domingo, 17 de abril de 2016

¿QUÉ HAY EN "MATAR A UN RUISEÑOR" DE "VE Y PON UN CENTINELA"?

Tengo la sensación de que debo de ser la única que no he hablado del tema, pero no quería hacerlo hasta tener las ideas claras tras leer “Ve y pon un centinela” de Harper Lee. Lo cierto es que, ahora que acabo de leer esa primera versión de la novela que posteriormente sería “Matar a un ruiseñor”, mis ideas no están claras. Más bien oscuras, oscurísimas. “Matar a un ruiseñor” es un libro que me gustó y me emocionó en su momento -una obra que recuerdo con mucho cariño y de la que me gusta releer ciertos párrafos que tengo señalados con lápiz-. Y, por descontado, la película que se hizo a partir de ella es una obra colosal, con una señora interpretación de Gregory Peck, por la que recibió un merecidísimo Óscar, en la que el actor se mimetiza desde el primer instante con el sabio y tierno abogado Atticus Finch, paradigma de hombre justo y demócrata. Pero ¿qué es “Ve y pon un centinela”? Desde mi punto de vista, una novela primeriza y absolutamente irregular, a la que le sobran muchas páginas. Como la primera -en realidad, segunda- está narrada por Scout, la hija de Finch, pero aquí no es una niña: tiene veintiséis años y regresa a su casa desde Nueva York para pasar unas vacaciones. Su hermano Jem ha muerto, Dill -su amigo del alma: en quien muchos vieron a Truman Capote- vive lejos, y Boo, el vecino, ni siquiera existe. Scout admira a su padre, lo tiene en un pedestal, pero no le gusta lo que ve. Finch defendió hace muchos años a un joven negro acusado injustamente de violar a una mujer blanca -ese es el tema central de “Matar a un ruiseñor”, aunque aquí el recuerdo de Scout lo ventila en apenas dos páginas-, pero ahora está preocupado como el resto del pueblo por la relevancia que pueden alcanzar los negros. Él está dispuesto a tenderles la mano, a defenderlos en los tribunales si la acusación es inmerecida -la Ley es la Ley-, pero no quiere que ejerzan puestos de influencia en la comunidad, no quiere que detenten el poder. Piensa que no están preparados para ello y cree que no lo estarán jamás. Son ciudadanos de segunda. En fin, Scout y los lectores nos enfrentamos a un Atticus Finch racista y anclado en el pasado con el que no contábamos. A Scout se le desmonta, y a nosotros también. Finalmente, ella lo asume tal como es porque no deja de ser su padre. Pero ¿nosotros? Si tengo claro que “Ve y pon un centinela” es una novela escrita al cien por cien por Harper Lee, ahora que la he leído no puedo pensar lo mismo de “Matar a un ruiseñor”. Tras leer la primera versión, en torno a 1960, el editor -parece ser que no era ni el primero ni el segundo que la recibía- decidió no publicarla, pero sí vio en ella “posibilidades”, indicios suficientes para que su autora la reescribiera e hiciera un libro nuevo. Lee debía centrarse en la actuación de Atticus y en el juicio. Los niños serían unos observadores de los hechos y a través de su mirada el abogado se transformaría en un modelo a seguir. Bueno, es evidente que todo eso está en “Matar a un ruiseñor”, pero ¿tal transformación pudo hacerla Harper Lee en solitario? Podó, cambió caracteres, insufló vida a personas muertas o desaparecidas, inventó personajes nuevos de tanto calado como Boo… En definitiva, hizo un libro absolutamente distinto y merecedor de un Premio Pulitzer. ¿Lo hizo sola? ¿Cuánto hay de ella y cuánto de ese editor preclaro? ¿Fue el editor el que, como tantas otras veces, ejerció de “negro”? Nunca lo sabremos. Y eso es lo que ahora -será deformación profesional- me produce de verdad curiosidad.