domingo, 21 de marzo de 2010

¿Te gusta escribir?

Acabo de regresar de Málaga. Una semana haciendo encuentros en colegios. De Málaga ciudad a La Viñuela, a Torrox, Vélez-Málaga, Benalmádena, Fuengirola... Más de mil niños escuchándome y haciéndome preguntas, la mayor parte de ellos con un libro mío dedicado bajo el brazo a la salida. Una experiencia hermosa, emocionante... y muy cansada. Una experiencia que me alimenta sin duda y espero que los alimente a ellos también. Siempre la cojo con ganas y con miedos, y la siento intensa y no del todo perfecta, esa es la verdad. Hay tantos factores que juegan a su favor y en su contra al mismo tiempo... El número de niños, el tiempo disponible, la adecuación de la sala utilizada -la biblioteca, la clase, el salón de actos, el gimnasio-, la labor previa de los profesores, mi estado general, mi humor, la facilidad con que conecto con ellos ese día... en fin. A base de años y años de sesiones, las cosas van saliendo y, a pesar de todos los temores, van saliendo bien, incluso extraordinariamente bien algunas veces. Pero sigo preguntándome cosas, siempre. ¿Por qué se sienten mis lectores tan emocionados por hacer sus preguntas -esas que llevan en un papel estrujado entre sus manos- que a veces no escuchan las respuestas? Y no me refiero a las de los otros, sino a las de ellos mismos: preguntan y, antes de que el autor haya acabado de responder, ya están hablando con el compañero, o ensimismados mirando al techo... En realidad, ¿sienten verdadera curiosidad, verdadero interés, o se trata sólo de quedar bien ante el profesor y los demás alumnos? Y otro interrogante más: ¿Por qué en este viaje por dos veces consecutivas, después de hablar y hablar sobre el acto de la creación, sobre esta profesión que sí se elige voluntariamente, sobre el disfrute que produce escribir a pesar del desgaste, de la soledad y del sufrimiento que acarrea..., ¿por qué después de todo eso, me han preguntado en dos ocasiones si me gustaba escribir? No es que lo hayan dado por hecho, no es que lo hayan corroborado, es que lo han preguntado. "¿Te gusta escribir?" Así, sin más. Como una pregunta cualquiera. De nuevo, esa sensación de que las palabras -mis palabras- revolotean en torno a ellos, sin penetrar del todo en su corazón. Pero también hay siempre, en todas las sesiones, unos cuantos niños que te miran a los ojos, de verdad; que absorben lo que dices, de verdad, y que te sonríen tímidamente. No arman bulla, no sobresalen, no levantan la voz. Son lectores que se fijan en lo pequeño, en los gestos, en las palabras tenues. Me reconozco en ellos y los siento ahí, muy próximos a mí.
Dejaremos lo de las librerías para otro día. Y también lo de la ilustración, 40jos. Aunque de eso tú sabes mucho más que yo. Por cierto, estaba acostumbrada a verte en El País. Te echo de menos.

2 comentarios:

  1. Esos niños que se quedan observándote (observándonos) con la boca abierta. Que tienen también mil preguntas y por timidez o por que la masa del aula se fije en ellos no las expresan en voz alta. Esos niños, que se quedan al final de los encuentros para expresarte esa duda, o que simplemente te mira y te busca para darte un beso...por ellos merece la pena nuestros encuentros. Siempre hay alguno en el que el granito de arena se posa...Siempre lo he querido pensar así. Gracias por esta experiencia malagueña que has compartido. Un besazo, Marinella!

    ResponderEliminar
  2. Tienes razón, Tesa, claro que sí. Pero los ilustradores tenéis la suerte de tener un don que entra por los ojos, engatusa y asombra. Muco más que la palabra. Besos. M.

    ResponderEliminar