lunes, 18 de febrero de 2013

CALOR DE HOGAR


Ayer, en la ceremonia de entrega de los Goya, hubo muchas palabras de agradecimiento, como todos los años. Pero de entre todas ellas me quedo con las de Pablo Berger, guionista y director de Blancanieves. Dijo que, por encima de todo, se sentía cuentista porque lo suyo era inventar historias y que eso, sin duda, venía de sus padres, a quienes recordaba contándole y leyéndole cuentos todas las noches. Qué bonito, ¿no? Y qué gran verdad, además. Somos lo que somos porque venimos de nuestros padres y de lo que sucedía en nuestra casa, en nuestra familia. Calor de hogar.
Ahora que ya casi no se pueden contar cuentos al amor de la lumbre, que casi no hay chimeneas –por lo menos, auténticas- que den calor a las casas, creo que gran parte de la responsabilidad de conseguir esa calidez ha recaído, más que nunca, en los libros… Cuando me invitan a una casa en la que no he estado nunca, me gusta fijarme en los detalles. Esos son los que definen a sus dueños. Y, sobre todo, en las estanterías donde reposan los libros. Pero huyo de las librerías que parecen pasarelas de moda, donde los libros se exhiben exclusivamente por su presencia, por sus colores. Prefiero, por encima de todo, los libros vividos, los libros compañeros, los libros queridos. Y para percibir eso no hay que echar más que un vistazo, tampoco falta indagar mucho más. Por lo menos hasta ahora.

Recientemente he visitado una casa nueva, por lo menos para mí. Aunque lleva inaugurada unos meses, yo no había tenido todavía la oportunidad de acercarme a conocerla. Se trata de la Casa del Lector, en Madrid, perteneciente a la Fundación Sánchez Ruipérez. Situada en dos naves del antiguo matadero, la verdad es que es bonita, grande, moderna y ¿acogedora? Pues… imagino que con el tiempo lo será. Sé que, como indica el membrete de su página web, es un Centro Internacional para la Investigación, el Desarrollo y la Innovación de la Lectura y, por tanto, no dudo de que en ella existan los libros digitalizados, lo que ocurre es que, claro, no se ven. Eso debe de ser, pero yo, que soy una sentimental, echo de menos su presencia física y esa casa, tan grande, de momento me parece fría. ¿Llegarán en tiempos de mayor bonanza los libros a ese hogar? Si no es así, tendré que reciclarme… Y, a partir de ahora, cada vez que vaya a las casas de mis amigos les pediré a sus dueños que me enseñen sus e-books, sus tablets, sus teléfonos inteligentes, sus ordenadores… Seguro que, si son sensatos y quieren lo mejor para sus hijos y para ellos mismos, todos esos aparatejos (el diminutivo no es despectivo, sino cariñoso) estarán llenos de calor de hogar.

2 comentarios:

  1. Siempre preferiré los libros en papel a los digitales en cuanto a dar calor al hogar. El digital simplemente lo encuentro práctico para no llevar según que tochos debajo del brazo o incluso en nuestra profesión, cuando el libro original no te cabe en el atril o simplemente la editorial te lo ha pasado en pdf.
    Un placer leerte.
    Saludos,
    Noemí.

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  2. Estamos de acuerdo, Noemí. ¡Gracias!
    Un saludo

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