sábado, 18 de enero de 2014

UN LIBRO COMPLETO

A lo largo de los años, prácticamente desde que empecé a abrirme camino en el mundo laboral, todos mis trabajos han tenido que ver con los libros. He sido y soy escritora de libros para niños y jóvenes, traductora, editora… Pero, ante todo, por encima de todo, siempre he sido lectora. Siendo lectora es como más disfruto. Me gustan los libros, para ser más exactos: los buenos libros. Me gusta que me enganchen, que me hagan sentir dependencia de lo que cuentan. Saber, ir averiguando a medida que avanzo en su lectura, desvelar tramas, descubrir misterios. Para mí un buen libro tiene que entretener, desde luego; y tiene que crear adicción. Su autor debe medir los tiempos, dosificar la información –ir dejando pistas, podríamos decir- para que el lector se sumerja en la trama y salga renovado. La sensación que me produce un buen libro es como la sensación que tengo al bañarme en el mar. Primero deseo meterme, comenzar a leer. Pero, al mismo tiempo, me da cierta pereza pensar en la sensación que producirá en mi piel el agua fría. Sin embargo, sé que si no doy el paso me arrepentiré toda la vida. Así que tomo la decisión, entro poco a poco y, de pronto, el agua me atrae tanto que me sumerjo por completo, con cabeza y todo. Es entonces cuando llego al nudo del libro y disfruto plenamente, y del nudo, sin darme apenas cuenta, al desenlace. Se acabó, es el momento de salir del libro, de salir del agua, con pena, con tristeza porque se ha terminado el baño, pero con un recuerdo imborrable en el corazón. Pero que quede claro que yo a un buen libro no le pido solo que me entretenga, le exijo mucho más. Le exijo que tire de mí y me obligue a leerlo con pasión, con entusiasmo. Y, también, le exijo que cuando lo termine, cuando llegue al punto final, cuando cierre el libro, se haya producido en mí un cambio interior; que, gracias a ese libro, yo me haya planteado cuestiones, me haya hecho preguntas, haya descubierto cosas que antes no sabía. Que el libro, en algún momento, me haya removido por dentro, me haya hecho pensar, me haya hecho crecer, madurar, que haya habido un progreso. Solo si un libro cumple también ese papel, esa función, para mí es un libro completo. Me gusta recordarme a mí misma esto, ahora que hay tanta aventura intrascendente, tanto libro de “usar y tirar” en las librerías.

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