domingo, 2 de abril de 2017

GLORIA FUERTES, COMPLETA

Sospecho que Gloria Fuertes se agachaba para hablar con los niños, con el fin de decirles las cosas de tú a tú, mirarlos a los ojos y recibir su cariño. Un cariño que la llenaría de orgullo, ¿cómo no? A los adultos, sin embargo, debía de mirarlos de frente para bombardearles las entrañas sin paños calientes. Leyendo ahora sus poemas, descubro que cuando dialoga con nosotros en cada verso, dialoga, sobre todo, consigo misma, con su corazón malherido. Adentrarme en sus poemas es conectar con una persona que, de forma aparentemente sencilla, dice verdades inmensas que se clavan como puñales en mi cuerpo. Emoción pura. Confieso con pudor que la conocía poco y que ayer -al visitar la exposición sobre su vida y su obra, que conmemora el centenario de su nacimiento- la reconocí mucho. Por eso, tengo ya un libro suyo sobre la mesilla, abierto de par en par, deleitándome, desesperándome. El libro de una persona que escribía para personas de 0 a 99 años, como ella misma decía. Todos estamos en esa franja y así es la LITERATURA, nada compartimentada.

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