domingo, 28 de septiembre de 2014

RECUERDOS DE TARDES DE “LEGO”

Ayer leí en el periódico –sí: ¡sigo leyendo el periódico (de papel)!- que en varios colegio españoles se están empleando las construcciones de la firma LEGO como herramientas de aprendizaje, e incluso ya existe una asignatura dedicada íntegramente a ello. Bueno, no me extraña lo más mínimo. Creo que el LEGO abre la mente - posiblemente tanto como los idiomas- y, cuanto de más pequeño se empiece, mucho mejor. Ahora bien, no quisiera que se convirtiera en una obligación: en la buena mano de los maestros –y de los planes de estudio, claro- está el que no sea así. Para mí el LEGO no fue una obligación, fue una absoluta devoción, y una de las más bonitas de mi vida. Me veo a mí misma arrodillada en el suelo, frente a la mesa negra del salón, construyendo casas, coches, extraños artefactos… con aquellos ladrillitos de plástico de mil colores. Y también, algo mayor, construyendo gigantescos castillos almenados con las piezas del EXIN, una especie de derivación hispana del LEGO. Aquello era “crear” en toda regla. Pero más importante que eso… para mí aquello fue jugar mano a mano con mi padre, tener una meta común, estar unidos en la alegría inmensa de tardes enteras. Era hermoso. Entonces, tan solo lo intuía. Pero ahora lo sé, con absoluta certeza.

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