lunes, 19 de septiembre de 2011

COLABORACIÓN EN "EL TIRAMILLA"

EL TIRAMILLA es un interesantísimo blog de Literatura Infantil y Juvenil. La gente de la revista ha tenido el detalle de contar conmigo en una de sus secciones. El artículo se titula "El libro invisible" y habla de la visibilidad y la invisibilidad de la literatura, algo injusto y casi siempre ajeno a la calidad. Si queréis leerlo y daros una vuelta por EL Tiramilla, aquí va el link: http://eltiramilla.com/el-libro-invisible/

domingo, 4 de septiembre de 2011

PURA ARTESANÍA











Mis últimos días de vacaciones han sido de mucho trabajo, y encantadores. El Arbeitskreits für Jugendliteratur -equivalente en Alemania a la Oepli- y la Fundación Robert Bosch me concedieron una beca para pasar una semana en Hamburgo en un seminario de traducción juvenil del alemán con otras catorce traductoras profesionales de países como Tailandia, Polonia, Croacia, Gran Bretaña, Brasil o Italia. El experimento ha sido fantástico y muy enriquecedor. Días intensos en torno a la mesa de trabajo, coordinadas por Tobias Scheffel - traductor del francés al alemán-, compartiendo problemas de traducción que solo pueden comprender los que se enfrentan día a día con este oficio: lenguaje coloquial de los jóvenes, adaptación de frases hechas, lo políticamente correcto, lo humorístico... Una auténtica gozada también poder comentar las soluciones que distintos traductores en distintas lenguas hemos adoptado para los mismos libros. Eso, por no hablar de la suerte de conocer cara a cara a autoras como Kirstin Boie -de quien traduje en su día "Skogland" al español- o Isabel Abedi. Y todo en un ambiente distendido y hermosísimo, el de la "Elsa Brändström-Haus" en el sosegado -y boscoso- barrio de Blankenese. En fin, la confirmación una vez más de que esto de la traducción engancha cuanto más tortuoso resulta porque es un trabajo que tiene mucho de literario, y también de creativo, y, sin duda, de detectivesco, pero también bastante de masoquista... Crea adicción enfrentarse a retos para superarlos, aunque eso no ocurra siempre. Qué difícil -pero qué necesario- poner tarifas a una páginas que a veces se tardan meses en resolver, como verdaderos jeroglíficos. Por eso, en el fondo de nosotros mismos los traductores sabemos que este oficio, pura artesanía -en pleno siglo XXI-, seguirá estando siempre mal pagado. Lo cual no quita que sea una suerte dedicarnos a él.