domingo, 30 de diciembre de 2012

¿CÓMO TITULAR?

Durante la carrera tuve un profesor -Martín Vivaldi se llamaba- que nos obligaba a releer varias veces todos los textos que redactábamos. La corrección, la sencillez, el orden de la frase eran imprescindibles para nuestro futuro trabajo: el periodismo.  A él tengo que agradecerle mi preocupación constante por la pulcritud; por tratar de transmitir a los lectores, sin posibilidad de equívocos, exactamente lo que deseo contar. ¿La forma de lograrlo del profesor Martín Vivaldi? Leía nuestros artículos en clase, en voz alta y delante de todos, y los comentaba frase por frase. Los criticaba constructiva y también, a veces, destructivamente. Y lo  cierto es que en ocasiones podía llegar a ser muy cruel.  Pero aprendimos a no contentarnos con la primera versión, ni con la segunda, ni con la tercera. Y aprendimos una cosa más: aprendimos a titular. Por lo menos la teoría: un título atractivo, un título corto, un título que sintetice lo que se cuenta...
Para los libros la teoría no es del todo igual, pero se le parece mucho. ¿Un título atractivo? Por supuesto. ¿Un título corto? No necesariamente. De hecho, ya hace unos años que están de moda los títulos largos -como "El curioso incidente del perro a medianoche", por ejemplo-. ¿Un título que sintetice lo que se cuenta? Más bien, un título que se ajuste a lo contado pero que no desvele demasiado.
Será por Martín Vivaldi o porque lo llevo en los genes, el caso es que la búsqueda del título de mis libros es algo que siempre me ha preocupado mucho porque, junto con la imagen y el diseño de la cubierta, al título se debe en gran medida que se lea o no la obra. Hay veces que el título  nace aun antes de que esté escrita la novela. Se aposenta en la cabeza del escritor y a este no le queda otra opción que tirar para adelante y ponerse a escribir si no quiere tener un hermoso título para guardar en el cajón de los proyectos inacabados. En mi caso, que recuerde, esto me ocurrió una vez. Cacé al vuelo el título de boca de una mujer en la Feria del Libro y empecé a escribir una historia, de la que no sabía nada de antemano... Pero al final, con la obra terminada, cambié el título de cabo a rabo. Curioso. En otras ocasiones, el título viene dado por el propio texto. Estás escribiendo y, de pronto, unas palabras se apoderan de ti, saltan a tus ojos y te dicen con absoluta clarividencia: "Somos nosotras. Estamos aquí para que no nos olvides jamás. Nosotras titularemos esta novela". Cuando sucede esto, eres feliz de verdad. Probablemente porque te has quitado un gran peso de encima. Así me ocurrió con mi primer libro "Un problema con patas". Un texto que aparece muy al principio, en el primer capítulo, me abrió la puerta, me dio la clave del tesoro.
Pero, por desgracia, no suele suceder así. En muchas ocasiones, el autor ha terminado el libro y no tiene título todavía. Y a veces utiliza uno como mal menor, sin estar convencido de su idoneidad.
¿A qué viene todo esto? Pues a que estamos a 30 de diciembre y parece que la norma no escrita es tratar de cerrar una buena parte de los cabos sueltos del año. Estoy con una nueva novela y no tengo ni idea de qué titulo ponerle. ¿El resultado será un mal menor o me hará sentirme satisfecha? Veremos.