domingo, 25 de abril de 2010

FESTEJO Y SOSIEGO

Desde que tengo uso de razón en mi casa se celebra el Día del Libro. Todos los años. Cuando llega el 23 de abril todos los miembros de la familia reciben un libro de regalo. Siempre. Mientras fui pequeña, era mi madre la encargada de comprarlos. Y yo pensaba que eso era lo normal, lo habitual en todas las casas. Pero, poco a poco, al hablar con los amigos, con los compañeros de clase..., con el paso de los años, con los camaradas del trabajo -a pesar de que estuvieran relacionados con el mundo del libro-, fui descubriendo que no. Vaya... así que aquello que yo veía como normal no lo era, para nada. De nuevo mis padres volvían a demostrarme que en muchas cosas habían sido unos avanzados a su tiempo... En casa, sí: había libros y rosas, claro. Y somos ahora mi hermana y yo las herederas de la tradición: de las rosas, ella; de los libros, yo. Pero por fin parece que ya no es tan raro celebrar el Día del Libro. Si no es siempre regalando libros, sí es "celebrando libros". El viernes estuve en Laredo y los colegios de la localidad respiraban alegría por todos sus poros, a pesar del cielo gris y de la lluvia. Había canciones, había poemas de Miguel Hernández, había lecturas en voz alta, separadores hechos con pasta de papel, insignias, flores de papel pinocho, risas, preguntas sobre la necesidad de escribir, programas de radio en torno a la lectura, muchos libros dedicados y curiosidad, mucha curiosidad. Festejar, celebrar, disfrutar rodeados de libros es bueno, inmensamente bueno, y contagioso. Pero no dejemos los libros cerrados; abrámoslos, leámoslos, deleitémonos con sus palabras, y para eso casi siempre es necesario tener sosiego, calma, paz.

miércoles, 14 de abril de 2010

UN DÍA VOLVERÉ

Ayer estuve comiendo con unas amigas, compañeras editoras. Hablamos de Bolonia. Hablar de Bolonia significa hablar de la Feria de Bolonia, la Feria del Libro infantil y Juvenil, por supuesto. Bolonia cansa, es verdad, pero también es cierto que Bolonia inyecta sangre nueva en las venas: vida. Y es verdad que la echo de menos. ¿Por qué será que casi ningún editor habla con cariño, con nostalgia de Frankfurt -de la Feria del Libro de Frankfurt- y, sin embargo, todos lo hacen de Bolonia? La feria de los libros para niños, en la que está presente todo lo que se hace en el sector editorial a nivel mundial; la feria de la ilustración por excelencia. Libros, libros, libros, autores, ilustradores, editores, traductores, libros, libros, libros. Sólo la resiste quien ama los libros, pero llega un punto que también ése acaba agotado, exhausto y sin ver absolutamente nada por los pasillos y pasillos y pasillos. Para eso están los panini, los espressi y los cappuccini, para hacer un relax entre citas y citas, y para seguir conversando de libros con los amigos con los que nos entrecruzamos: gente que te habla de cómo andan las cosas en México, en Nueva York, en Alemania o en Suecia, gente amiga, gente del libro. Pero, Bolonia no es sólo feria ni acumulación de personas en autobuses que escupen editores a la puerta del recinto ferial, y a lo mejor por eso es por lo que Bolonia y Frankfurt no son iguales... Bolonia es paseos por las calles sinuosas del casco antiguo, soportales, toldos rojos, fiestas de copa de vino y canapé en palazzi llenos de affreschi monumentales. Bolonia son las torres, lluvia bajo el paraguas, cielos grises o de un azul luminoso, indistintamente; el cúmulo de iglesias y capillas de Santo Stefano, la fuente de Neptuno y San Petronio, alguna vuelta -¡para ver más libros!- por Feltrinelli y Gianino Stoppani, los mercados de frutas y verduras, y la pasta, los mil restaurantes, los gelati, la grappa y los amaretti, ¡cómo no!
Sí, Bolonia, lo sabes, te echo de menos. Pero no te preocupes, sé que un día volveré. Sin embargo, no me esperes. Cuando lo haga, quiero cogerte desprevenida, darte una sorpresa. Te lo mereces. Y yo también. Supongo.

domingo, 11 de abril de 2010

BRINDIS EN PRIMAVERA

















Por fin llega la primavera y viene con un nuevo libro. Aquí tenéis una página doble y la cubierta de "Refrescos frescos de burbujas brujas". Se trata de algo diferente dentro de mi producción literaria. Por primera vez he escrito poemas para niños. Salió uno, salieron dos y, de pronto, tenía una veintena. Espero que guste; lo que sí sé es que yo disfruté mucho haciéndolo. Las ilustraciones son de Miguel Ángel Cuesta. Y sinceramente sus dibujos me sorprendieron mucho cuando los vi. Qué difícil es reconocer en los dibujos de otros lo que los autores tenemos en la cabeza... Siempre es una visión nueva, distinta, pero pensemos que ellos son también lectores del libro e interpretan como tales. Y cada lector aporta y enriquece la obra. Sin duda.
En fin, brindemos -aunque sólo sea con refresco- por este nuevo libro que, en cuanto salga -el mes que viene- dejará de ser mío para ser de todos vosotros. Ojalá sus burbujas os provoquen cosquillas en la mirada y en la sonrisa.